viernes, 9 de noviembre de 2012

El desprestigio de la clase política

La noticia de que al menos 30 diputados han perdido su iPad y han tenido el rostro de solicitar otro más a cargo del erario público ha hecho que muchos ciudadanos hayan demandado la lista de nombres que hacen gala de tan poca ética y responsabilidad. No sabemos exactamente por qué esta lista es tan importante ya que un castigo del elector, en forma de reacción anticipada para la no relección futura del corrupto, no es posible en un sistema proporcional de listas de partido. Estos mismos diputados serán colocados por sus jefes, con casi toda seguridad, en esas listas sin que apenas el ciudadano los conozca o se acuerde de ellos, como pago a los favores prestados al jefe dentro de la gruta del ogro partidocrático.
 
La clase política es una suerte de masa viciosa engrasada por la sed de dinero fácil a costa del contribuyente. Su desprestigio como tal, en conjunto, sin excepciones, no está tan motivada por los intereses de clase que comparten, sino que lo es por este sistema proporcional que no permite elegir ciudadanos. Las quejas de que no todos son iguales suenan pueriles y aun más viciosas cuando se comparan con la responsabilidad asumida individualmente por el representante en los sistemas uninominales en distritos pequeños. Si sus señorías no quieren pertenecer a esta clase política tan desprestigiada deben tener al menos la vergüenza de someter su cargo a la voluntad de sus representados, acudir a su distrito, informar y soportar la derogación de su mandato si así los electores lo quisieren. Por ahí empezaremos a enderezar el rumbo de la nación, y para ello es necesario la apertura de un periodo constituyente.
 
Autor: David Serquera
 

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